Paréntesis

Ella (que había sido tan deseada, tan poseída en un silencio casi misterioso; onírica y surreal, que había demostrado con una meticulosa reducción al absurdo que el cuadrado de la distancia SÍ es proporcional a la fuerza de atracción, que había sublevado mis teorías cinemáticas, que había elastizado el choque inelástico de un cuerpo en un cálido reposo y de masa infinita con otro que se acerca a gran velocidad y de masa puerilmente experimental, llevándose consigo el Gran Moméntum, que había creado un caos apocalíptico en mis neuronas descentralizadas, que había dejado en mí las secuelas de su efecto Doppler, que revolucionó mis endecasílabos con sus frases cortantes de pragmatismo semántico, que había amordazado el silencio en un ridículo acto en contra de mi barbarie, que estuvo sentada a mi derecha, que cargó con mi cruz para convertirse en redentora, para perdonarme mis pecados no tan capitales y mis faltas a la razón, que había resucitado en mí al tercer día, que nunca fue exiliada de mí, que había tenido que destruirme para crearme nuevamente a imagen y semejanza suya) seguía allí... inmóvil

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