Pequeña Colección Sobre El Fin De la Razón


Alguna vez soñé que Disney despertaba sólo para mí, con su noche en downtown, sus libros y sus pianos, su verbena y su duelo. Sentí la bestial naturaleza del amor rodando por mi vida, su silencio sepulcral que a una hora del día teñí de un ámbar violeta para darle ese touch de gloria que la hace mucho más insoportable. Sentí en el aire el perfume que lleva mi dolor, la música inclemente de los grillos del Paraná y en el fondo de mi universo el sonido fúnebre de una guitarra tísica y viuda.

Después me desperté y por casualidad pensé en ella, en sus campos de fresa, en sus perros, sus amigas, en Sasha y su círculo de Baba, en cómo nada podía sorprenderla más que cuando desnuda se reía de mi cara de maldad.

Me sacó los pantalones sin apuro, ¡no me provoques ahora! - le dije, y sin necesitar palabras tragó y tragó hasta encontrar la pureza, el orgasmo que nunca se acaba, el naufragio del galeón de los excesos.

Me fui saliendo del lugar, cargando con todo el dolor... algo me dice que debemos dejarlo aquí, y no hay caso, debería romper la ilusión, pero en realidad lo hice sólo para quebrarme a mí... perdóname amor por tanto dolor, es sólo que a veces es difícil estar en mis zapatos.

Cuando me dí cuenta estaba vivo, mordiendo el polvo del amor, enganchado a la oferta y la demanda, andando derecho pero resbalando por izquierda, buscando lleno de esperanzas los caminos del azar, pero uno nunca sabe...

El tiempo me puso en otro lado, debajo de la cruz del sur, el huracán del porvenir había arrasado las fronteras y ahora todo era como en los tiempos de Roberto Arlt. ¡Bienvenido inmigrante! a este paraíso errante - leí en un anuncio, mientras descubría que en esta puta ciudad todo se incendia y se va, que los amigos te acarician y los enemigos te tiran a matar, sólo se trata de vivir, esa es la historia.

Es la naturaleza de la sangre, el diablo del corazón, las palabras del terror y del hastío, las ruinas del fracaso de Dios; pero tranquilo pibe, el mundo cabe en una canción y yo voy al lado del camino, fumando el humo mientras todo me pasa, dando vueltas y vueltas para mí, perdiendo todas las batallas excepto las de la imaginación... es la hora del destino, debo dejarla partir, a lo mejor resulta bien...

Sin embargo yo no buscaba a nadie... y la ví.


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  • Fito Páez - 1963
  • Fito Páez - 2007

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